En verano, a Alexandra, Noelia, María, Ana o Dani, igual que a decenas de niños del Polígono Sur, no les cuesta trabajo ir al cole. Al revés, Dani se pone la alarma para despertarse y avisar a su padre de que es hora de acudir a las escuelas de verano, que en su caso imparte Radio Ecca en el colegio Nuestra Señora de la Paz, en la Oliva. En su grupo hay diez alumnos que ya son amigos porque llevan años reuniéndose en verano bajo la atenta mirada de Rosario Puerto, una de las monitoras que pasa los meses estivales en este colegio, donde hay 30 alumnos de las escuelas de verano. No es sólo un alivio para conciliar la vida laboral y familiar, sino una oportunidad de mantener durante las vacaciones los hábitos de estudio, horario o disciplina que los centros escolares inculcan al alumnado.
En el Polígono Sur hay ocho centros (los colegios Andalucía, Altolaguirre, Giménez Fernández y La Paz; los institutos Romero Murube, Polígono Sur y Domínguez Ortiz; y el centro cívico El Esqueleto) con escuelas de verano infantiles para niños de hasta 12 años, y en El Esqueleto hay dos escuelas más para jóvenes, de 13 a 16 años, que durarán hasta mediados o finales de agosto. Forman parte de la oferta educativa de un barrio en el que la oficina de la comisionada para el Polígono Sur, María del Mar González, ha logrado aglutinar los esfuerzos de los docentes en un plan educativo de zona. Gracias a este respaldo legal, durante todo el año se persiguen objetivos comunes en los centros, en muchos casos más allá de lo formativo, abarcando también lo social y, fundamental en la zona, la salud de los pequeños. Hay escuelas de verano con aula matinal o comedor, algo básico en un barrio en riesgo de exclusión donde muchas familias tienen dificultades para alimentar de forma equilibrada a los menores.
Por su parte, la parroquia de Jesús Obrero ha estado impartiendo hasta finales de julio talleres de tiempo libre a los alumnos que han aprobado el curso y de refuerzo escolar para los que deben retomar sus asignaturas, además de distintas salidas de ocio a la piscina, a la playa, veladas culturales, etcétera, en las que han participado de forma global más de 200 chavales. Su oferta se completa ahora con campamentos de verano con otras entidades en Córdoba, Antequera y Sanlúcar la Mayor; y el que organiza el grupo parroquial juvenil El Cotarro, en Cádiz, durante una semana.
En el colegio Nuestra Señora de la Paz, el grupo de Dani es un ejemplo de la cantidad de actividades que se realizan lo largo de la mañana, buscando cualquier excusa para aprender. Como la escuela de verano gira este curso en torno a la ecología emocional, que consiste en sentirse bien con uno mismo, con los demás y con el medio ambiente, Rosario les pone la película Avatar para que entiendan la importancia de vivir en armonía con la naturaleza. Luego construyen con poliespán la cápsula con la que los humanos se transforman en habitantes de Pandora, y fabrican con lana las trenzas con las que los navi se unen a otros seres vivos, el vínculo. Hay actividades menos divertidas: no les gusta regar las plantas del colegio, lo que a veces les lleva más de una hora, pero saben que es necesario para que no se sequen en verano.
Siempre se trabajan habilidades sociales básicas, como la autoestima, la expresión de sentimientos o la resolución de conflictos
Bajo este objetivo concreto, Rosario explica que siempre se trabajan habilidades sociales básicas, como la autoestima, la expresión de sentimientos o la resolución de conflictos, porque las escuelas de verano también entroncan con el objetivo general del Plan Integral para el Polígono Sur: la transformación social del barrio, en la que la educación es uno de los más potentes motores. Y aquí coinciden las actividades favoritas de muchos chavales: para revisar sus emociones a Ana le gustaron las gafas mágicas, que tuvo que ponerse para ver las cualidades positivas de sus compañeros, y el médico, en el que se señalan las partes del cuerpo que se vinculan con sentimientos, buenos o malos. “Me gusta porque sirve para compartir momentos tristes y alegres con mis compañeros”, aclara. Carmen y Noelia coincidieron en el ave fénix, que consistía en escribir en un papel sus miedos para quemarlos, y así resurgir de sus cenizas.
En la clase de al lado, la monitora Gaby y el voluntario Jose (que colabora durante todo el año con dos entidades muy activas en el Polígono Sur, Radio Ecca y el grupo juvenil Boom) están en un momento de juego libre, para atender a un alumno que se ha sentido indispuesto, pero esperan tener tiempo de preparar la coreografía que los propios chavales les han pedido hacer para el show de magia que tendrán al día siguiente. Sobre la pizarra, un emocionómetro de cartulina con una casilla para cada alumno y para los profes permite comprobar con qué humor ha llegado cada uno esa mañana. Parecen haber llegado contentos, a la vista de los símbolos, y tranquilos, porque todos están ocupados en juegos de mesa mientras los monitores atienden a su compañero.
En el otro extremo del Polígono Sur, muy próximo a las Tres Mil Viviendas, el colegio Manuel Altolaguirre tiene seis grupos más de escuelas de verano. En un centro pintado de vivos colores, con estímulos permanentes en todas las paredes (“Piensa”, solicita un acrónimo en el pasillo de entrada), monitores y voluntarios de la asociación Entre Amigos bregan con 90 chicos y chicas entre los que la diversidad étnica es evidente, y un elemento con el que también es necesario trabajar. La coordinadora, Nuria Domingo, va de clase en clase llevando de la mano a Milagros, una vecina de Los Verdes de 9 años que el día anterior se portó regular y pasa una especie de periodo de prueba, cosas de la disciplina, que aquí los monitores inculcan de forma suave pero firme. Y Milagros, que se sabe observada, trata de portarse bien, aunque no puede dejar de corretear y bromear para llamar la atención.
En la clase de los más pequeños, cinco niños se reparten entre los que pintan de verde unos platos de plástico que se convertirán en tortugas y los que ojean y manosean libros de la biblioteca infantil, aún sin saber leer. De fondo, una música animada hace que algunos caminen como si bailaran. Hoy no han venido muchos chiquillos porque en el barrio hay una excursión organizada a la playa para familias y muchas se han llevado a sus hijos al viaje. Los pequeños de tres a cinco años pasan toda la mañana en el colegio, y cuando los mayores salen a la piscina del complejo Blanco White, todos los días de lunes a jueves durante un par de horas, los chicos se bañan en las piscinas de plástico instaladas en el patio. Deben traer bañador, toalla y crema solar. Si no, tendrán que estar unos minutos sin bañarse, porque los más pequeños tampoco se libran de una normas mínimas, pero necesarias para su aprendizaje.
Los más pequeños tampoco se libran de una normas de disciplina mínimas, pero necesarias para su aprendizaje
Por eso, en la clase de al lado a Destiny y sus compañeros les ha tocado hoy hacer fichas con sus nombres: Diego, María del Mar, Fatimata… con trazos aún vacilantes repiten los caracteres en torno a una mesa, la parte más ardua de un día en el que ya han dibujado, jugado con plastilina y regado los vasos con lentejas que han sembrado al lado de la ventana. El aula, que tiene un baúl con ropa para disfrazarse y manualidades por todas las paredes, es una demostración de que la actividad nunca cesa.
A esta hora, los mayores se preparan para subir al autobús que los llevará a la piscina como fin de la jornada, puesto que ya sólo volverán para almorzar. Antes de hacer una ordenada fila, Manuel explica que cursa su último año en la escuela de verano y en el centro, porque el próximo irá al instituto Polígono Sur; Juan dice que la piscina y la fiesta del agua son sus actividades preferidas, y David resume la actitud: “Lo que más nos gusta es divertirnos”. En una mesa aparte, Diana, Paqui y Carmen cuentan que les encanta “estar juntas” en verano y que disfrutan con las actividades. Tienen la edad a la que en este barrio muchas chicas abandonan la escuela para casarse, por lo que es un reto de los docentes engancharlas para que terminen sus estudios y accedan al mundo laboral; muchas serían las primeras de sus casas, por lo que la tarea consiste también en abrirles ese horizonte. Esa labor abarca un trabajo con las familias que se concreta en actividades como la convivencia en Arroyomolinos que harán juntas todas las escuelas de verano el 8 de agosto. Un abordaje integral de la educación que aprovecha las vacaciones para completar los retos que maestros y profesores abordan durante todo el año en las aulas del Polígono Sur.